Has decidido visitar Granada y como no, una parada obligatoria lo constituye la ciudad palatina de la Alhambra. Recorres sus variadas estancias hasta que, en un momento, percibes que algo distinto empieza a suceder. Sin apenas darte cuenta, te has sumergido en un mundo en el que el sultán, su corte y el pueblo nazarí convivían hace cientos de años.
Saboreas algo diferente cuando empiezas a recorrer las dependencias reales. Entonces descubres que hay una clara intencionalidad intimista en la proyección de los espacios interiores y que por tanto los reyes nazaríes del siglo XIV no buscaban exteriores ostentosos donde demostrar su poder como lo hacían sus homólogos cristianos. De hecho, tanto la monumentalidad del exterior de la alhambra como las líneas de diseño no son complejas y los materiales que componen sus murallas son bastante pobres.
Más adelante, tu mirada se desliza pausadamente por la delicada decoración que recorre las bóvedas y paredes del monumento. Pasado el tiempo, llegas al interior de las estancias palaciegas, al lugar más mágico de la Alhambra.
En el corazón de la Alhambra se sitúan los Palacios Nazaríes y uno de ellos encierra una de las joyas más conocidas del conjunto arquitectónico: el Patio de los Leones. Fue ordenado construir por el Sultán Mohammad V en la segunda mitad del siglo XIV. Así el Patio de los Leones -rodeado de 124 columnas de mármol como si de un bosque se tratase- representaría el paraíso en la tierra.
Aunque contenía dependencias destinadas a las mujeres, no se puede considerar un harem, ya que además poseía funciones de actividad política y diplomática del reino.
El patio rectangular es heredero de formas arquitectónicas contrastadas: por un lado, recoge influencia de la civilización romana al situar el patio abierto al resto de estancias en el centro del edificio. Por otro, claramente hace referencias a la alegoría del paraíso plasmada en el patio-jardín persa. Además la zona del claustro denota influencias cristianas.
Si te gusta el mundo de la simbología hallarás en este espacio un mundo de sentidos que te aportarán un significado totalmente nuevo de la estancia.
Entre los elementos más significativos para representar el edén encontramos el agua -elemento de purificación- que estaba presente de forma constante en las estancias árabes. El agua fluía por cuatro arroyos representando los cuatro grandes ríos del paraíso musulmán, dentro de una intencionada proporción matemática que los hace coincidir con los cuatro puntos cardinales.
Estas pequeñas acequias dividirían el mundo a su vez en cuatro partes de acuerdo con la tradición musulmana – que desembocan en la fuente central de los doce leones compuesta de mármol proveniente de Macael (Almería), símbolo de la montaña identificada como el centro del cosmos a la vez que representan el poder divino.
Los leones -como fieles vigías de la estancia- vierten desde sus bocas el agua cristalina que desemboca en la taza dodecagonal. La presencia de esta escultura se nos presenta al menos como original y excepcional porque la tradición árabe no suele crear representaciones figurativas. De hecho, se presentan figuras con línea tosca indicando el poco desarrollo de la escultura islámica.
Lo cierto es que la simbología de los doce leones que acompañan a la fuente está en debate por mucho que haya interpretaciones que aseguren lo contrario. La primera de las teorías identifica cada uno de los doce leones con un signo del zodiaco. La segunda, quizá la más plausible, afirma que los doce leones representarían las doce tribus del antiguo Israel por las incisiones que han aparecido en dos leones y que representan a las tribus de Judá y Leví. Por un tiempo se pensó que El Patio de los Leones poseía un jardín en un nivel más bajo que el suelo actual porque así era como aparecía en diferentes grabados antiguos. Pero es probable que se incluyera esta vegetación en época posterior al reino nazarí de Granada. Fue después cuando se pavimentó el suelo con baldosas de mármol como lo encontramos actualmente
La literatura árabe experimentó una época dorada en tiempos de la dinastía nazarí. Muestra de ello son los numerosos versos que han quedado plasmados en las paredes de la Alhambra. Una de las más conocidas corresponde es Ibn Zamrak, el poeta de la Alhambra y autor de bellos poemas, entre ellos el inscrito en la taza de la Fuente de los Leones. Rescatamos uno de los versos más memorables del poema:
“Pues, ¿acaso no hay en este jardín maravillas
que Dios ha hecho incomparables en su hermosura,
y una escultura de perlas de transparente claridad,
cuyos bordes se decoran con orla de aljófar?”
Como no podía ser de otra manera, debo hablarte de los mocárabes que decoran bellamente los arcos que coronan las decenas de columnas. Consisten en una serie de prismas verticales fabricados en yeso a modo de estalactitas. Aparte de ser un elemento decorativo evidente posee también un significado simbólico. De esta manera, evocarían el cielo estrellado del desierto árabe
Bien si es tu primera vez o si simplemente ya has tenido ocasión de visitarla, haz el intento de sumergirte dentro de la Alhambra como si fueras un habitante más en tiempos de la Granada nazarí. Entonces piensa, por ejemplo, que desde el interior de las estancias que rodean al patio los residentes de los palacios observaban sentados el exterior sin ser vistos, buscando así ese intimismo tan peculiar y característico de la atmósfera musulmana.
Sus muros nos hablan de que tiempo atrás los sultanes marcaban, mediante sus decisiones, el destino de su reino. Por sus pasillos pasaron las personalidades más conocidas tanto de la granada mora de su tiempo, así como de los reinos cristianos peninsulares que visitaban al sultán. Arquitectura y naturaleza se funden generando una plácida estancia al visitante.
Hoy en día, aparte de ser uno de los imanes de atracción de cientos de miles de turistas cada año, se constituye como escenario de eventos tan importantes para la ciudad de Granada como el Festival Internacional de Música y Danza y como verdadero icono de la ciudad granatense.
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